Livia Alberico nació y creció en Milán de padre italiano y madre francesa.
Su amor por el arte le viene de familia materna y es gracias a sus frecuentes estancias en París que entra en contacto con la rica actividad cultural de la ciudad. Sus primeras referencias son, de hecho, la Escuela de París, el postimpresionismo y el arte antiguo de las colecciones del Louvre.
Durante los años de su formación artística se acerca al ambiente de escritura y contracultura del Milán de los 90 y en ese mismo periodo descubre el expresionismo abstracto americano y la obra de los artistas neoyorquinos de los 80.
Entonces empieza a preferir el uso de rotuladores porque favorecen la urgencia de la acción y son útiles para crear signos, trazos y líneas.
Cuando la mirada se detiene en las formas de la naturaleza, estas herramientas facilitan y ayudan el gesto pero al mismo tiempo impiden ceder a la presión del tiempo debido a las limitaciones del instrumento.
Los paisajes urbanos también se convierten en fuente de inspiración: la ciudad es su principal interés, por lo que dirige su atención a los volúmenes y las formas, a los lugares y objetos de la ciudad: imágenes de calles, ventanas y balcones se repiten con frecuencia en sus dibujos, en los que sólo se percibe la figura.
En su obra hay un deseo de realzar la lentitud y la paciencia de los oficios más antiguos, por eso construye línea tras línea e incorpora a la superficie fragmentos de bordados y obras textiles a los que asigna un valor generacional